$29.000
Quindio, Colombia
Jairo Arcila
Papayo
Casa Negra
Natural con maceración carbónica
1450 - 1500
Jairo Arcila es un caficultor colombiano de tercera generación originario de Quindío. Su trayectoria en la industria comenzó con más de 40 años de trabajo en Racafé, uno de los mayores exportadores de café en Colombia, donde se desempeñó como gerente de molino hasta su jubilación en 2019.
En 1987, adquirió su primera finca, La Esmeralda, donde cultivó café de la variedad Caturra. Con el tiempo, expandió sus propiedades comprando varias fincas adicionales, como Villarazo, Mazatlán y Santa Mónica. Sin embargo, debido a la baja rentabilidad del café en la década de 2000, diversificó su producción con cultivos como aguacate y plátano.
El auge del café de especialidad llevó a Jairo a retomar su pasión por el cultivo del café en 2014. Arrendó la finca Castellón para plantar Gesha, una variedad exótica que rápidamente obtuvo reconocimiento. Luego expandió su producción a otras variedades como Pink Bourbon y Tabi, incorporando procesos innovadores para mejorar la calidad del café.
En 2015, sus hijos, Carlos y Felipe Arcila, fundaron Cofinet, una empresa enfocada en conectar caficultores colombianos con tostadores de especialidad en el mundo. Con su apoyo, Jairo adoptó nuevas técnicas de fermentación y procesamiento que han elevado la calidad de su café, posicionándolo entre los mejores productores de la región.
Su historia refleja una combinación de tradición, resiliencia e innovación, convirtiéndolo en un referente del café de especialidad en Colombia. A través de su compromiso con la calidad, Jairo ha logrado un impacto positivo en la industria y en la comunidad cafetera de su país.
La maceración carbónica es un método de fermentación poco común en café, inspirado en la vinificación. En este proceso, las cerezas enteras se colocan en un tanque hermético que se llena con dióxido de carbono. El gas desplaza el oxígeno y crea un ambiente controlado donde la fermentación ocurre tanto gracias a microorganismos externos como dentro de la propia cereza, en una especie de “fermentación interna” que transforma azúcares y ácidos naturales de la fruta.
Este ambiente presurizado permite que la cereza se descomponga de una manera diferente a otros métodos de fermentación, resaltando una gran diversidad de compuestos aromáticos y sabores que no se encuentran fácilmente en procesos más tradicionales.
El resultado en taza suele ser un perfil sensorial vibrante y complejo, con acidez jugosa, dulzura marcada y una amplia paleta de sabores que puede incluir frutas tropicales y rojas, notas florales intensas, especias suaves e incluso matices vinosos.